treinta años con el mismo peinado

Brutal el documental sobre Anvil, hay momentos en los que piensas que no puede ser verdad lo que te están contando, que tiene que ser una broma, una especie de revisión de la imprescindible Spinal Tap.
Pero no, Anvil existen, tuvieron su momento de gloria, y desde entonces andan por la vida sacando discos, fieles a un sonido y a una imagen de pelo cardado, pantalones pitillo y riñoneras tan ridícula como entrañable.

Empieza como un documental sobre una banda, pero acaba siendo una historia sobre la amistad. Pese a los sonrojantes últimos planos de la pareja protagonista paseando por unos jardines japoneses, lo que realmente trasciende es la historia de un par de tipos que siguen fieles a unos ideales, da igual si se tienen que patear Europa para tocar antes diez personas, lo importante es tocar y perseguir una nueva oportunidad que les devuelva de nuevo a la primera plana.

De una sinceridad desarmante, Anvil es un documental que muchas veces te hace sentir verguenza ajena, pero en otros momentos te hace pensar cuantos de esos grupos que con apenas un disco sacado van de estrellitas por la vida deberían verlo para darse cuenta de lo fina que es la línea que separa el éxito y el reconocimiento de la riñonera de cuero a la cintura.