Desde que leí hace ya bastante “los días más largos”, de Fermín Solís, tenía el gusanillo metido de hacerme con “el año que vimos nevar”, “continuación” o “extensión” de las historias del pequeño Martín Mostaza, representación bastante real (por lo que comenta el propio autor en entrevistas) de la juventud del propio Solís.
Para los que tengan una edad más o menos cercana a la de Fermín Solís (1972), estas dos obras pueden suponer algo parecido a lo que te mueve por dentro al hojear el “papel y plástico” de Oscar Lombana, una sensación de nostalgia deliciosa, el verte reflejado en las páginas de alguien a quien no conoces de nada, pero que demuestra que los sentimientos son universales, y porque no, los juegos a determinada edad, al menos antes de la aparición masiva de la tecnología hogareña, también.
La primera bici, el paso de la vuelta ciclista ... las chapas con las caras de los ciclistas!!!
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